Final del fuego.

De donde proviene tu desdén,
la desdicha asfaltada en el rostro
como una constelación imaginada
que no habita el cubo racional
parecemos aturdidos
somos la precariedad hecha carne
y desgranamos el grito para sentirnos completos.
Avanzamos para no diferenciarnos
Perdemos la mirada del otro en la cumbre, y saltamos.
Ponemos nuestras manos al borde
y sabemos que no hay borde,
estallamos al filo de la cornisa
y el acantilado nos devora,
parecemos cuartos infartados
de resplandores reciclados,
inventamos el papel
para sentir que nacemos en cada trazo.
Y en ocasos somos ruido exhausto.