Cielo, no
seas la represa que permanece en reparación detrás de mis ojos, no seas la gota
sobre mi brazo sugiriendo una próxima llovizna, en esta tarde tan gris como el
atuendo que llevabas puesto el día que renunciaste a seguir con el lamento y el
dolor.
Cielo, no derrames tu néctar sobre la cabeza de un inútil
desertor, sobre el inútil acongojado con miedo, que se refugia detrás de las
rejas, la gente, las multitudes y es incapaz ahora de mover un musculo; el más
mínimo impulso, lo fulminaría.
Cielo, estas sobre mí y todas las razones son tuyas, vamos,
colecciónalas en una caja para que luego argumentes a los nietos por qué hay
nubes y no amantes en tu techo celeste, como en aquellos cuadros al oleo, que
alguna vez intenté pintar pero que al final no se cuentan, por insignificantes.
Cielo, jugar al ahorcado no tendría sentido ahora que nos
conocemos todas las palabras de nuestro abecedario personal, tanto que algunas
las adaptamos a nuestra cotidianidad e incluso a nuestros escritos, nos
conocemos lo sé, nos consideramos no sé.
Cielo, mañana será un día pesado, amaneceré desvariando en tus
actos, resucitaré de un sueño ligero, casi mentiroso, que no hace más que
tenerte la noche entera entre la vida y la muerte para así no decidirse por
ninguna y no dar dictaminar una sentencia.
Yo no soy y hace unos días tú, Cielo, eras otra o al menos eso se
me ocurrió cuando caminaba por Urdesa y recordaba nuestros primeros encuentros
en cafeterías, hoy colosales edificaciones de nuestro paso, nuestro temor, que
dejamos en las mesas, en cada sorbo de café, en cada pedazo de tu postre. Esa
noche confesé que no era, ni sería el mejor partido, la mejor moneda, que todo
lo que era, estaba allí en ese instante y que nada ni nadie me acompañaba.
Cielo, ya no puedo sostenerme de mis rencores, antes, mis mejores
pilares; hoy, las ruinas de un templo, cuya destrucción acabó con la voluntad
de un tipo y provoca la agonía de todo un pueblo.
Debí, todo es pasado, cómo despistar ahora, cómo secuestrar la
atención, cómo retorcerme en el suelo porque las manifestaciones fisiológicas
no tardan en venir y la cabeza me estalla y la represa en reparación se
desmorona y la nariz cansada de estornudar, se torna roja y tan grasa que
cualquier insecto podría resbalarse por ella; así se va acumulando en el rostro
la pálida y el cuerpo no es más que carne al expendio o refugio de bacterias.
los últimos meses de tu memoria pasan frente a tus ojos porque es
como si una parte se tachara y el rasgón con la pluma abriera las heridas y
hospede a la muerte.
Recuéstate Cielo, jugaré contigo en las tardes y por la noche te
dejaré despejar para que nosotros los mortales gocemos de una noche con luces.
Acércate Cielo, sé que has puesto a disposición del poder mi
libertad, 10 metros no son tanto, de allí podría todavía saludarte, y lanzarte
algún detalle, haciéndote señas desde lejos, provocando un incendio o
acercándome para hacerme acreedor a un puesto VIP en los calabozos de la
policía judicial.
Cielo, ahora eres tú y nada más, se libre, baila con las estrellas,
viaja por toda Europa y América y tráeme un recuerdo desde allí, donde en algún
momento soñamos con vivir y no teníamos ni puta idea de cómo pero estábamos tan
decididos que seguramente podríamos haber llegado allí y volver a partir.
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