Cólicos

Entonces toda promesa de luz fue mar adentro
Ernesto Carrión


I
Digiero en mi estomago un carnaval donde a medida que sopla el tiempo
se torna un ruido expulsado por mi ombligo
es esta fiesta multiforme que madruga, se acuesta tarde y en ocasiones, ni descansa
la siempre presente sensación de querer vomitar escarabajos por un oleoducto
y la siempre exquisita manera de evitar que se me salgan por la nariz
es este chuchaqui diario que permanece en la clandestinidad de los días
y está allí
               y te veo
queriendo adueñarse de este cuerpo, abatido y desorientado
es el desayuno cargado de incesantes martillazos en el tórax
siento que explota
          que estalla dentro


es la tarde aglutinada alrededor de divagaciones enfermizas 
donde lo único que cabe es la sospecha
                                                             y la duda


es la copa de vino por la noche, embriagadora y mortal,
que acrecienta su rastro por cada vez que los parpados envejecen
como un eclipse exhausto


II


y agarro con mis manos la cabeza decapitada
y respiro -inhale/exhale-
pero se mantiene firme y me acostumbro
porque si no me acostumbro, enloquezco
o terminaré viajando a Perú y luego a Santiago y así hasta llegar a algún lugar inhospito
donde no me encuentre -entre las montañas las olas la arena-
esa detestable irritación que llevo en mi columna
y no regresar
y ser anónimo
y cambiarme el nombre por Raúl Alfredo
como ya lo hice una vez


III
Entonces embarazaré este cuerpo para abortar los cadáveres malignos
iré a buscar sanación a los templos donde habiten sectas dedicadas a la brujería
caminaré lo suficiente para dejarme a mí mismo en la carretera
y ser atropellado por un bus rumbo al Averno
rascaré mi piel para que sea puesta en venta como alfombra
venderé mis intestinos para dejar de hacer gárgaras con ellos
y apostaré las emociones en casinos arreglados
para algún día al fin
no sentir nada
y
    ser
           piedra


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