Dionisia


     
I

Tu locura encanta, Dionisia, llevas en ti las fiestas dionisíacas, donde el vino, el RON y tequila nunca sobra, donde los niños caen rendidos en la explanada soleada de tu empeine, donde la música suena en alto volumen y pierdes con ella la calma y el desquicie te hace suya, a ratos mía, a ratos de ti misma.

Has perdido la blusa y ya no te importa, para nadar mejor, gritabas flotando sobre el Mar Egeo, ninfa, te llaman a invitarte a los bacanales, sin ti tanto pecado no tendría sentido, sin ti hubiésemos muerto de aburridos los seres que esperamos un balazo en la cabeza, sin ti muchos se habrían suicidado en masa antes de la hora, esperando el día que llegues, con una mano tapando la luna y en la otra el RON apuntando a Venus, allá de donde vienes y no deseas regresar.

II

A ratos, pirata, te tapas un ojo y haces una maroma para probar que no somos nada, que mandas, que ayer llorabas desconsolada en la habitación y hoy ningún hombre te conmueve, que finges no tener corazón y tienes uno, más valiente, más fuerte, más tierno que el de cualquier otro ser y que no puede ser consolado, que ocupa mucho espacio; no te han enamorado bien, ese es el problema. 

Quiero verte como ayer; el goce, es el ejemplo de que la felicidad se da por instantes y tu eres el presente ejemplo, vaciemos los bolsillos que esta noche no tiene amanecer, hagamos que dure por los siglos de los siglos, que al otro día, no vamos a seguir teniendo la sensación de haber estado vivos y que hoy somos cadáveres ambulantes en busca de comida.

III

Que la ciudad nos apesta, que lanzarse de espaldas desde un edificio tiene igual de sentido que un perro se orine en la calle, que somos seres entregados al vino y al hachís, que esperamos no abrir los ojos y quedarnos allí, en nuestras oníricas alucinaciones, separarnos de nuestros cuerpos, deseando ver las cosas siempre como queremos, alquilando una pieza en la lúdica inconsciencia que nos acoge y asemeja.


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