Renuncio a que se claven agujetas entre la uña y la carne, que lleguen a mi garganta y hiervan para ser vomitadas por mis fosas nasales. Renuncio a esta no vocación de arruinar, a este teatro de lo absurdo diario que desemboca en la desgracia, en los cauces de esta fatalidad que se asemeja a la realidad y no a un sueño largo, a una tonta película de espanto, porque lo que mata no son las drogas si no el espanto. Renuncio a esta caída cíclica, a esta rueda que no termina de girar este mundo y no mundo surreal, superficial que tanto se te asemeja.
Despidanme entonces de la absoluta realidad de mantenerme vivo al borde de aquel abismo donde esperan los cadáveres con los sesos fulminados, de tanto martillar en la memoria. Despidanme de no saber afrontar la muerte estando vivo, de recoger con las manos tu paso, tu furia; aquella que pertence latente en los brazos de mi exterminio.
Estoy cual malabarista en la cuerda que se extiende por la llanura resguardada por la ausencia. Estoy cual extraterrestre buscando/esperando encontrar la galaxia no deseada, donde no hay augurio, donde no hay dolor; auxilienme del desvanecimiento. Renuncio nuevamente a la perdida, al yo no contar hasta el cinco ni hasta el diez, ni hasta el veinte, ni hasta el mil, ni conmigo, ni con nadie.
A la penumbra, a la esfera de la cual no tengo intenciones de llegar a la cima, a la derrota, a las banderas blancas, a la precoz vulnerabilidad, a la sosobra, a la capacidad de hacer gárgaras con mis intestinos cuando observo. El deseo permanente de aplicar sin voz ni voto, tu juicio, tu corte marcial, que encarcela la presencia de este ser y no ser, a las sombras proyectadas todas las noches en alta definición en lo onírico de la inconsciencia, a tu imagen holografía cada vez que viajo del sur al norte, de norte a sur; que me quedo, que no estoy y cuando estoy, fallezco, desvanezco, desaparezco. Renuncio a mi mismo, renuncio a este texto, renuncio a saber que esto es en vano
en vano
E N
V A N O
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